Los ríos Lethes y Rubicón
Os voy a contar la metáfora de las pastillas roja y azul que Morpheo le ofrece a Neo en Matrix, y la relación que la veo con el mítico río Lethes. Y con el BDSM.
De quereres y otras reflexiones
Os voy a contar la metáfora de las pastillas roja y azul que Morpheo le ofrece a Neo en Matrix, y la relación que la veo con el mítico río Lethes. Y con el BDSM.
Lo habitual, acentuándose en el BDSM, es que los hombres prefieran mujeres, como tales adultas, más jóvenes que ellos (aunque, ¡ojo!, la juventud acaso tiene muchísimo de actitud, independientemente de la edad), aunque sean cada vez menos quienes lo admitan por ser otra de las condiciones que se pueden utilizar, y sucede, para acusar de machismo, aunque tenga explicación científica, y por lo tanto demostrable.
Cuando una mujer aparece por primera vez en algún ambiente preexistente de sexualidad alternativa, ya sea en las pujantes redes sociales, ya sea en persona, no faltan hombres que tienen a bien manifestarle más o menos elaboradamente su gran interés sexual por ella. Sea donde sea tiene una explicación científica.
El BDSM son prácticas, susceptibles del corto plazo, pero también es la relación estable en que aquellas suelen desembocar, cuando se dan determinadas circunstancias entre las que es esencial la intervención de neurotransmisores como principalmente la dopamina y además la norepinefrina o noradrenalina.
La primera y principal divulgadora de la importancia de la segregación de la dopamina en las relaciones sexuadas es la antropóloga y bióloga Dra. Helen E. Fisher, sobre lo que en 2004 escribió en su imprescindible «Por qué amamos». Su lectura es reveladora de la relevancia de dicho neurotransmisor en las prácticas bedeesemeras.
Las subculturas, al tratar de reproducir a su pequeña escala los sistemas de poder supuestamente perfeccionados -recordemos que reivindican sus propias utopías-, también se dotan de un sistema de resolución de conflictos para aplicar su concepto de justicia, de la que no puede sustraerse quien forme parte de la subcultura.
Una de los grandes cuestiones en la subcultura del BDSM es la permeabilidad en la misma, y en las relaciones que inspira, de los debates que prenden en el resto de la sociedad. Quizá pueda resolverse en la medida en que las heterotopías reflejan utopías.
Es habitual tildar de trastornados mentales a quienes ejercemos nuestra libertad sexual mediante prácticas eróticas no convencionales. Lo cual sólo se puede sostener desde la osadía de la ignorancia o, peor, desde el odio del puritanismo moral de un extremo ideológico o el neopuritanismo del otro. Porque la comunidad científica que estudia la mente y la conducta y trata sus enfermedades las tiene despatologizadas cuando no producen angustia personal, no interfieren en otras facetas de su vida, no involucran otras personas sin consentimiento válido o no suponen riesgo significativo de lesión o muerte.
Los kinksters reclaman ser bedeesemeros y descalifican como «sadosaurios» a todo quien, rechazando ser kinkster, practique BDSM. Y éstos reclaman practicar el auténtico BDSM descalificando, llamándolos «kinksters», a todo quien lo haga rechazando identificarse con ellos. Así, puedes ser considerado a la vez kinkster y sadosaurio por un extremo y el contrario sin ser ni lo uno ni lo otro. Pero ¿qué es un kinkster y dónde está el BDSM?
Se ha hecho pública una Sentencia sobre el consentimiento de las lesiones, importante por dictarse por el Tribunal Supremo y esperanzadora para las prácticas de las parafilias sadomasoquistas.
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