De maduros y «jóvenas»

Lo habitual, acentuándose en el BDSM, es que los hombres prefieran mujeres, como tales adultas, más jóvenes que ellos (aunque, ¡ojo!, la juventud acaso tiene muchísimo de actitud, independientemente de la edad), aunque sean cada vez menos quienes lo admitan por ser otra de las condiciones que se pueden utilizar, y sucede, para acusar de machismo, aunque tenga explicación científica, y por lo tanto demostrable.

ELLO corresponde a una tendencia que se encuentra también en el BDSM en muchas -muchísimas- sumisas, con una indisimulada preferencia por Doms. mayores, mujeres adultas que, sustraídas de lo convencional no únicamente en sus prácticas sexuales, también lo hacen respecto de lo afectivo fuera de la intimidad. No son nuevas sus alegaciones a favor de la confianza que les da la experiencia que no es que se presuma, pero sí que por el mero transcurso del tiempo es más fácil de encontrar en personas con más recorrido vital, así como cierto autocontrol que se da menos en la impulsividad de sus contemporáneos generacionales. No es sólo que la diferencia de edad realce la autoridad que las sumisas quieren encontrar en su Amo, que también, sino además la seguridad que les transmite en algo que requiere tanto control como es el BDSM.

Pero no es tan extraordinario, que tiene su explicación, científica, en abstracto, como seguidamente demostraré.

El Catedrático norteamericano de Psicología Social David M. Buss sostiene la existencia de estrategias sexuales diferentes en cada sexo producto de tendencias adaptativas desarrolladas a lo largo de millones de años y así transmitidas genéticamente (vamos, que debería reprimirme para ignorarlas). En su virtud, para las relaciones a largo plazo, no específicamente sexuales sino ya amorosas, las mujeres y los hombres nos encontramos en nuestras respectivas preferencias ellas por hombres de más edad y nosotros por mujeres más jóvenes. Buss llegó a confirmar dichas estrategias en 1989 en un trabajo que dirigió con una muestra sobre más de 10.000 personas de 37 culturas de los cinco continentes.

El Dr. neozelandés y también Profesor de Psicología Glenn Daniel Wilson, uno de los teóricos globales de referencia sobre el efecto Coolidge, y su colega el británico David K. B. Nias, concluyen que “la atracción sexual se basa principalmente en los aspectos físicos que diferencias un género de otro e indican salud y capacidad procreadora”, y en signos de juventud, ésto último a lo que se suma su colega David P. Schmitt, coautor con Buss, lo cual objetivamente se encuentra en las mujeres jóvenes por parte de los hombres mayores que ellas, quienes así prefieren en ellas pechos y nalgas firmes, cinturas estrechas, complexión suave y piernas finas y esbeltas. La cita y demás referencias son, como todas las de este post, del imprescindible “El amor desde la psicología social” (ed. 2015, págs. 45, 46, 76, 105, 133 y 183) del Dr. Carlos Yela, profesor de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid, referente académico sobre el fenómeno amoroso en nuestro país.

EL Catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y académico Julio Iglesias de Ussiel delata la presión social hacia la endogamia de edad en los emparejamientos, para lo que por su parte el Profesor de Psicología Jack W. Brehm había constatado un patrón de atracción por quien percibimos que nos es prescrito tácita o expresamente por la sociedad.

Pero hay quienes no se someten a convencionalismos sociales tampoco en materia de edad. Aparte de la tendencia genética, biológica, que no reprimen (cuánto de primales tenemos los bedeesemeros, por ciero), buscan en una pareja, una vez que tienen cubiertas sus necesidades reproductivas y económicas, alguien con quien, aparte de intercambiarnse cuidados, divertirse, prefiriendo la teoría de emparejamiento de los Profesores de Psicología Douglas T. Kenrick y Robert Beno Cialdini, de “reforzamiento negativo”, por la que se opta por quien reduce los problemas cotidianos.

Aunque el constructo sea la endogamia también generacional,con base en falacias morales, lo natural es la diferencia de edad, lo cual está científicamente demostrado, tendencia instintiva que la presión sociocultural pretende reprimir incluso calificando de ciencinazi al conocimiento biológico. Y la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.

Escrito el 1 de octubre de 2016

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