En “La voluntad de saber”, de 1976, primer volumen de los tres de su “Historia de la Sexualidad”, Michel Foucault sostiene el ars erotica como uno -el otro sería la scientia sexualis- de los “procedimientos para producir la verdad del sexo”:
En el arte erótico, la verdad es extraída del placer mismo, tomado como práctica y recogido como experiencia; el placer no es tenido en cuenta en relación con una ley absoluta de lo permitido y lo prohibido ni con un criterio de utilidad, sino que, primero y ante todo, es tenido en cuenta en relación consigo mismo; debe ser conocido como placer, […] ese saber debe ser revertido sobre la práctica sexual para trabajarla desde el interior y amplificar sus efectos. Así se constituye un saber que debe permanecer secreto, no por una sospecha de infamia que mancharía a su objeto, sino por la necesidad de mantenerlo en la mayor reserva, ya que, según la tradición, perdería su eficacia y su virtud si fuera divulgado. Es, pues, fundamental la relación con el maestro poseedor de los secretos; él, únicamente, puede transmitirlo de manera esotérica y al término de una iniciación durante la cual guía, con un saber y una severidad sin fallas, el avance de su discípulo. Los efectos de ese arte magistral, mucho más generosos de lo que dejaría suponer la generosidad de sus recetas, deben transfigurar al que recibe sus privilegios: dominio absoluto del cuerpo, goce único, olvido del tiempo y de los límites, elixir de larga vida, exilio de la muerte y de sus amenazas”.
Si eres occidental y no vainilla ni sólo kinkster, te suena mucho lo que acabas de leer, ¿verdad? Pues Foucault dice que dicho ars erotica sólo se desarrolló en sociedades milenarias como “China, India, Roma, las sociedades árabes musulmanas”… pero no en la nuestra:
Nuestra civilización, a primera vista al menos, no posee ninguna ars erotica. Como desquite, es sin duda la única en practicar una scientia sexualis. O mejor, es la única que ha desarrollado durante siglos, para decir la verdad del sexo, procedimientos que en lo esencial corresponden a una forma de saber rigurosamente opuesta al arte de las iniciaciones y al secreto magistral: la confesión.
EL BDSM es el único ars erotica de occidente. Cierto que se da también en otras civilizaciones, y de hecho bebe muchísimo de, por ejemplo en prácticas de bondage, del propio arte erótico japonés. Pero como tal, el BDSM, es el ars erotica que, sin suponer una traslación territorial de otra, es la específica entorno sociocultural transnacional en el que nos insertamos en occidente.
Y me estoy refiriendo al BDSM en cuanto a relación, no como meras prácticas, descartando así que suponga un ars erotica para kinksters. Ello por cuanto a asumir prácticas bedeesemeras como meros juegos en la experimentación sexual le falta lo que para Foucault implica ser arte erotico: un maestro, discípulos, la relación desigual entre ambas partes, la reserva hasta esotérica… en definitiva, una relación iniciática estable. El ars erotica es más que el mero sexo en que se quedan los kinksters. Es calidad antes que cantidad. Follar por follar es más objeto de la scientia sexualis occidental. Con lo posmodernos que son los kinksters, no me lo negarán: es palabra de Foucault.
Si eres masón también te habrá sonado la definición de la relación iniciática de canalización realmente esotérica que ha hecho Michel Foucault. Implica un magisterio, alguien que asume una posición top, expresamente un Maestro. Así, sabrás que determinados “viajes” -empleo deliberadamente este concepto, tú me entiendes- necesitan de una adecuada preparación, y los viajes en los que mueres simbólicamente a una vida para nacer a otra -también me lo entiendes- lo necesitan muy muy particularmente. No todo el mundo está preparado, ni los preparados lo están en todo momento, por lo que no siempre hay que iniciar el viaje y en ocasiones, una vez comenzado, hay que pararse a un lado del camino.
El viaje es arduo. De verdad. Siempre he pensado que cada relación BDSM comienza desde cero, todas son iniciáticas por mucha historia personal que tengan los involucrados. Así, iniciar o someter a quien voluntariamente queda en la posición bottom -la parte «sumisa», según la resignificación del concepto en esta heterotopía- requiere un gran esfuerzo. Y si el Dom. no está preparado, por no haber recibido previamente el magisterio de la iniciación o por padecer otras circunstancias -permanentes o transitorias- que le impidan darse plenamente, es mejor no jugar con las expectativas que, así equivocadamente, ha depositado en él esa resignificada parte sumisa: lo vas a hacer mal. Hemos de ser honestos. Si en tu vida profana, fuera de la implementación del ars erotica, tienes dificultades, estas dificultades se trasladarán, siquiera mínimamente, a tu relación iniciática. ¿Cómo vas a disciplinar a nadie si tienes indisciplinadas facetas de tu vida?
Escrito el 16 de agosto de 2016