Heterotopías y ars erotica

Una de los grandes cuestiones en la subcultura del BDSM es la permeabilidad en la misma, y en las relaciones que inspira, de los debates que prenden en el resto de la sociedad. Quizá pueda resolverse en la medida en que las heterotopías reflejan utopías.

EL 7 de diciembre de 1966, Michel Foucault pronunció una conferencia radiofónica en France Culture sobre las utopías y las heterotopías, definiendo éstas -estudiadas por la heterotopología– como espacios que existen «absolutamente distintos: lugares que se oponen a todos los otros, que están destinados de algún modo a borrarlos, a neutralizarlos o a purificarlos. Son de alguna manera contraespacios«. No utopías, «puesto que hay que reservar este nombre a lo que no tiene realmente ningún lugar». Las heterotopías «son la impugnación de todos los otros espacios», impugnación que puede formalizarse «creando una ilusión que denuncia todo el resto de la realidad como ilusión».

«En general, la heterotopía tiene por regla yuxtaponer en un lugar real varios espacios que, normalmente, serían, deberían ser incompatibles», y, también sostiene, «siempre tienen un sistema de apertura y de cierre que las aísla respecto del espacio circundante», pudiéndose entrar «cuando uno se ha sometido a ritos, a una purificación». De hecho, «hay heterotopías que parecen abiertas, pero donde sólo entran verdaderamente aquellos que ya están iniciados».

MESES después, el 14 de marzo de 1967, Foucault volvió sobre el concepto de heterotopía en su conferencia titulada «Los espacios otros» o, acaso mejor traducido, «Los espacios diferentes», en el Círculo de Estudios Arquitectónicos de París, sobre un texto escrito en Túnez cuya publicación autorizada, tras morir el 25 de junio de 1984, sólo tuvo lugar cuatro meses después (los textos de ambas conferencias son accesibles en el descatalogado «El cuerpo utópico. Las heterotopías» de 2009 de la bonaerense Ediciones Nueva Visión). En el mismo, las refiere del siguiente modo:

Hay también, y esto probablemente en toda cultura, en toda civilización, lugares reales, lugares efectivos, lugares que están dibujados en la institución misma de la sociedad, y que son especies de contra-emplazamientos, especies de utopías efectivamente realizadas en las cuales los emplazamientos reales, todos los otros emplazamientos reales que se pueden encontrar en el interior de la cultura, son a la vez representados, impugnados e invertidos, especies de lugares, aunque sin embargo sean efectivamente localizables.

Y recurre a un espejo metafórico, para establecer la heterotopía como reflejo de la utopía, quedando aquella como «impugnación a la vez mítica y real del espacio en que vivimos» sometida a seis principios.

  1. Primero, «probablemente no haya una sola cultura en el mundo que no constituya heterotopías», adoptando formas muy variadas, y al respecto introduciendo la clasificación de «heterotopías que se podrían llamar de desviación: aquellas en las cuales se instala a los individuos cuyo comportamiento es marginal respecto de la media o de la norma exigida».
  2. El segundo principio es que «cada heterotopía tiene un funcionamiento preciso y estipulado dentro de la sociedad».
  3. «La heterotopía tiene el poder de yuxtaponer en un solo lugar varios espacios, varios emplazamientos que son en sí mismos incompatibles».
  4. «Las heterotopías están ligadas, la mayoría de las veces, a recortes del tiempo, es decir que abren lo que se podría llamar, por pura simetría, heterocronías; la heterotopía se pone a funcionar a pleno cuando los hombres se encuentran en una suerte de ruptura absoluta con su tiempo tradicional».
  5. «Las heterotopías siempre suponen un sistema de apertura y de cierre que, al mismo tiempo, las aísla y las torna penetrables. En general, no se accede a un emplazamiento heterotópico como Pedro por su casa. O bien uno está obligado a hacerlo -es el caso del cuartel, el caso de la prisión-, o bien hay que someterse a ritos y a purificaciones. Sólo se puede entrar con cierto permiso y una vez que se ha realizado una cierta cantidad de gestos. Por otra parte, hay incluso heterotopías que están totalmente consagradas a esas actividades de purificación».
  6. Como último rasgo, «tienen, respecto del espacio restante, una función. Ésta se despliega entre dos polos extremos. O bien tienen la función de crear un espacio de ilusión que denuncia como más ilusorio todavía todo el espacio real […] O bien por el contrario, creando otro espacio, otro espacio real tan perfecto, tan meticuloso, tan bien arreglado como el nuestro es desordenado, mal dispuesto y confuso. Sería la heterotopía no de ilusión sino de compensación».

JORGE Álvarez Yágüez en «La Ética del Pensamiento» y Edgardo Castro en «El poder, una bestia magnífica», recopilan textos y entrevistas de Michel Foucault, en una de las cuales éste, considerando como «fundamental en cualquier forma de vida comunal» al espacio, «en cualquier ejercicio del poder», definió las heterotopías como «espacios singulares que se encuentran en algunos espacios sociales determinados cuyas funciones son diferentes o incluso opuestas a las de otros»

En su «La cuestión del espacio en la filosofía de Michel Foucault», Adrián José Perea Acebedo sostiene que para Foucault nos encontramos ante un entramado de relaciones históricas que limitan al sujeto en el saber, el poder y su subjetividad moral, sus posibilidades de acción, todo ello producto de un entramado de relaciones históricas que, por inteligibles, son franqueables, como prueba de

otras formas de ser, pensar y actuar en las que la libertad se concretaría como visibilización crítica del límite y como creación de subjetividades otras, es decir espacios subjetivos otros (heterotópicos) en los que nuevas relaciones entre el sujeto, la verdad y el poder (ethos) se materializan como un nuevo juego de límites y posibilidades.

Relaciones otras, éstas, impulsadas por lo que denomina como ethopoética heterotópica, «actitud límite y experimental de la subjetividad moral»o forma de ética de relación de sí que Perea define del siguiente modo:

Ethopoética, en el sentido de mantener la ascesis como ejercicio de subjetivación de la verdad, y Heterotópica en tanto el campo de posibilidad puede atravesarse por múltiples rutas, múltiples posibilidades, señaladas, restringidas y franqueables al mismo tiempo, por los límites que las relaciones de poder de sí sobre sí generan, mantienen y transgreden.

SIN duda que las subculturas, muchas con su heterocronía, son heterotopías con mayor o menos intensidad en la vigencia de los seis principios o rasgos identificados por Foucault, como sucede con la escena del BDSM o también aunque no tanto en otros ambientes como el sólo kinkster y dentro de él específicas formas de vida sexual alternativa como la swinger. Ámbitos espaciales con sus propios sistemas de códigos y creencias estéticos, narrativos, normativos y comportamentales… muy simbólicos y procedimentales o rituales. Y mucho como heterotopías «de desviación», donde desde la scientia sexualis se tolera que se despliegue la rareza, separadamente del resto de la sociedad, que así se siente protegida y tranquila en su conciencia políticamente correcta de tolerante.

Pero también, con mayor intensidad de sus principios, es heterotopía la concreta relación sexual estable que se inspira en los principios y valores del BDSM y las reglas de su juego. Un ámbito en el que no «carga» la programación que se desarrolla en el lenguaje del resto de la sociedad, ni los virus que corrompen el correcto funcionamiento de sus archivos, en la que supone una pausa, una excepción, una burbuja iniciática como corresponde a un ars erotica.

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