Las personas y sus personajes

Personas que no han podido pasar de cabos chusqueros en su mili -esto es una metáfora, ya me entendéis- y que se inventan un personaje todo virtud en nuestro microcosmos. El estado de su autoestima lo necesita

FUI monitor en un Grupo Scout de mi pequeña ciudad entre mis 18 y mis 21 años. A esa edad yo era el mayor del Grupo, con el resto de monitores de entre 18 y 20 años. Era un Grupo pequeño y eso nos permitía el lujo de reservar a los padres de los niños que querían colaborar para labores meramente logísticas como la cocina de los campamentos, el transporte de materiales, la tesorería…

En nuestra ciudad había dos Grupos Scouts más, éstos directamente controlados por padres de sus niños. Los principales monitores eran padres de críos, y los Coordinadores (los antes denominados Jefes de Grupo) también. Yo era el Coordinador del mío, porque al ser el mayor había podido obtener mis titulaciones de Monitor y de Director de Tiempo Libre. Los Coordinadores de los otros Grupos me doblaban en edad.

Los tres Grupos organizamos una «jamborette» local, esto es: un campamento a propósito de San Jorge, patrón de los scouts. Fue un desastre: nuestro Grupo era laico, y los de los padres hasta tenían consiliario (un cura); el nuestro era relajado en materia de «uniformidad», y los otros dos… madre mía el dresscode scout que llevaban a sus niños; nosotros pasábamos bastante de formar, y ellos se cuadraban que parecían de las HitlerJugend. Un desastre, vamos, donde nosotros parecíamos una pandilla de disfuncionales, y encima nos enorgullecíamos de ello, los muy insolentes.

En un tiempo de descanso en el campamento, estábamos monitores de mi Grupo charlando cuando nos fijamos en un monitor de uno de los otros grupos. Era un tipo de unos cincuenta años, con uniformidad completa, la camisa llena de insignias, sobre la cabeza el caro sombrero cuatro bollos (el que lleva la policía montada de Canadá), borlas en los calcetines, y hasta un rimbombante bigote directamente inspirado en el que casi un siglo atrás llevaban el Barón Baden-Powell, fundador de los Socuts, o Teodoro Iradier, fundador de los de España… rodeado media docena de chavalines de su grupo explicándoles algo. Lo del chiste: Un adulto vestido de niño al frente de niños vestidos de adultos.

Al observar la escena, le dije al resto de monitores de mi Grupo que estaban conmigo algo así como esto (dramatización): «Ese tío no pudo pasar de cabo chusquero en la mili y aquí es jefe de otras personas aunque sea una seisena de lobatos de ocho años de edad».

PERDONADME si me he enrollado contextualizando con cuatro párrafos la anécdota que he liquidado con el quinto. Pero tiene una razón. He observado el mismo patrón en la escena bedeesemera: personas que no han podido pasar de cabos chusqueros en su mili -esto es una metáfora, ya me entendéis- y que se inventan un personaje todo virtud en nuestro microcosmos. El estado de su autoestima lo necesita.

No es que se trate de algo específico de nuestra subcultura. Las redes sociales han multiplicado la impostura -de eso se trata: de impostores- permitiendo la invención de personajes presentados como exitosos y virtuosos donde las personas realmente son los fracasos propios de estos tiempos posmodernos y, en demasiadas ocasiones, auténticos miserables susceptibles de penar en el banquillo de algún Juzgado.

Es por ello por lo que Instagram sólo transmite felicidad y éxito, y Tinder más, porque nadie quiere ligar con quien reconozca las carencias y debilidades que, realmente, todos tenemos. Y FetLife tiene mucho de Instagram y, cada vez más, de Tinder. En estos tiempos de catfishing, los melancólicos Enrique Urquijo (Los Secretos) y Antonio Vega (Nacha Pop) no serían admirados como les alzamos los orgullosos boomers, que sus canciones reconocen sus fracasos como imposible hoy en videoclips sobrecargados de oros, cochazos, casoplones, marcas y personas de ambos sexos debidamente recauchutadas como accesorios.

El ambiente bedeesemero no adolece particularmente de esa impostura, sino en la misma medida que el resto de la sociedad …aunque haya quienes -entre quienes me encuentro- piensan que tu personaje no puede dominar a alguien si tu persona no tiene dominada tu propia vida, ni puedes confiar la entrega de tu personaje en otro cuando no te la puedes confiar a tu propia persona. Piensan -pensamos- que antes de lanzarte a personajear, debes tener cubiertas las necesidades de tu persona, que es la que te va a acompañar las 24 horas del día. El BDSM supone mucho esfuerzo y no puedes detraerlo del que no se es capaz de dedicar -se puede ver en no pocas personas del ambiente- a los hijos, a la tranquilidad económica, a la estabilidad laboral, a la salud mental, etc. Que luego bien que se presume de nobleza de valores.

Si no, quizá -quizá, ¿eh?, déjame representármelo- lo estés haciendo mal.

Publicado originariamente el 5 de septiembre de 2022

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