Mucho se habla de los mitos del amor romántico, ocultando su autoría o arrogándosela plagiadores, cuando no manipulando su contenido al servicio de intereses ajenos a la verdad científica. Aunque quizá se esté hablando demasiado, porque, también quizá, el amor romántico está siendo reemplazado por un amor líquido, a decir de Bauman, con mitos de aún peores efectos.
EN su volumen 2, lanzado en mayo de 1999, The Spanish Journal of Psychology (así, en inglés, como todo su contenido) entonces editado por la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, publicó el estudio «Romantic beliefs and myths in Spain» («Creencias y mitos románticos en España») con la coautoría del Dr. Carlos Yela García, Profesor de su Departamento de Psicología Social, como parte de una investigación financiada por la Administración central, con los siguientes antecedentes:
Algunos autores, pertenecientes a la investigación académica y la práctica clínica, han señalado que las expectativas, creencias y el significado que los sujetos atribuyen a algunos acontecimientos en sus relaciones íntimas son fuente de decepciones, falta de afecto en inestabilidad […]. Muchas de esas creencias son constructos culturales compartidos por los individuos.
Todo ello como estadio entonces final de la evolución histórica que dicho estudio resumía ilustrativamente del siguiente modo:
Cada periodo histórico ha desarrollado una diferente visión del amor, el sexo y el matrimonio; en consecuencia, la relación entre esos tres elementos ha cambiado a lo largo del tiempo. En las Antigua Grecia, las relaciones afectivas (hetero pero fundamentalmente homosexuales) estaban estrechamente vinculadas a la esfera sexual y claramente separadas del matrimonio. En el matrimonio, sólo a la mujer le era exigido que fuera sexualmente fiel a su marido, y el propósito del sexo era exclusivamente la procreación. Durante el Imperio Romano, el placer erótico y recreativo estaba también separado del matrimonio, vinculado a conquistas ocasionales y esporádicas. En la Alta Edad Media, el amor, el matrimonio y el placer sexual fueron considerados tres entidades independientes a satisfacer en relaciones independientes. Del siglo XVI al sigo XVIII, el matrimonio concertado continuó existiendo simultáneamente con el «amor romántico» extramarital, que no era sexual, originado en el amor cortés medieval. Desde el principio del s. XIX, surgieron los vínculos entre los conceptos del amor romántico, matrimonio y sexualidad, y esta tendencia fue consolidado en nuestro siglo [XX]. A partir de entonces, el amor romántico dejó de ser minoritario y se convirtió en popular y normativo. El matrimonio surgió como una elección personal; tanto el amor romántico como la satisfacción sexual deberían ser satisfechos dentro del matrimonio o la relación estable.
EL estudio se articula entorno a una clasificación de los mitos conforme la «revisión de la literatura científica relativa a creencias sobre relaciones íntimas llevada a cabo por Yela» en 1995 en su tesis doctoral «Análisis Psico-sociológico del comportamiento amoroso», que sintetiza en ocho, que en su maravilloso libro del año 2000 «El amor desde la psicología social» los identifica en conjunto como «estereotipo cultural occidental» de creencias que califica de absurdas, falsas o imposibles y en cualquier caso problemáticas, para ampliarlos hasta los siguientes diez:
– Mito de la «media naranja»: creencia de que hemos elegido la pareja que teníamos predestinada de alguna forma, y que ha sido la única o la mejor elección potencialmente posible.
– Mito de la exclusividad: creencia de que el amor romántico sólo puede sentirse por una única persona (al mismo tiempo).
– Mito del matrimonio o convivencia: creencia de que el amor romántico-pasional debe conducir a la unión estable de la pareja y constituirse en la (única) base del matrimonio (o de la convivencia en pareja).
– Mito de la omnipotencia: creencia de que «el amor lo puede todo», y debe permanecer ante todo y sobre todo (y, por tanto, si hay verdadero amor no deben influir decisivamente los obstáculos externos o internos sobre la pareja).
– Mito de la perdurabilidad (o de la pasión eterna): creencia de que el amor romántico y pasional de los primeros meses puede y debe perdurar tras miles de días (y noches) de convivencia.
– Mito de la fidelidad: creencia de que todos los deseos pasionales, románticos y eróticos, deben satisfacerse exclusivamente con una única persona: la propia pareja.
– Mito del libre albedrío: creencia de que nuestros sentimientos amorosos son absolutamente íntimos y no están influídos de forma decisiva por factores socio-biológico-culturales ajenos a nuestra voluntad y, generalmente, a nuestra conciencia.
– Mito de la equivalencia: creencia de que los conceptos de «amor» y «enamoramiento» son equivalentes, y por tanto, que si uno deja de estar apasionadamente enamorado es que ya no ama a su pareja.
– Mito del emparejamiento: creencia de que la pareja (un hombre y una mujer -o en su caso dos personas del mismo sexo-) es algo natural y universal, por lo que en todas las épocas y culturas el ser humano ha tendido por naturaleza a emparejarse.
– Mito de los celos: creencia de que los celos son un indicador de «verdadero» amor.
Nunca lo había visto/leído tan sistematizado, pero ya los conocía. ¡¡Cuánto daño y dolor están causando en las relaciones sexuales-amorosas-románticas!! Falta mucha pedagogía sobre ello y contribuiría a que las personas vivieran su sexualidad y sus relaciones de pareja con más equilibrio y satisfacción. Gracias por compartirlo.
Quizá ya se ha encontrado una puerta de salida de los mitos del amor romantico. A mí lo que me preocupa es que se esté conduciendo a la gente a creer los mitos del «amor líquido», como diría Zygmunt Bauman, que creo que son hasta peores todavía. Salir de Guatemala para recalar en Guatepeor.