Una de las acepciones del inglés «bench» viene a corresponder con el castellano «banquillo», la parte de los asientos que corresponde a los acusados en las salas de vistas judiciales y también los asientos donde se sientan los suplentes por si son llamados a saltar al terreno de juego deportivo, que es lo que nos trae aquí: tener a alguien a la expectativa de ser llamado a una relación sexuada.
Como en el deporte, quien somete a otra persona al benching le mantiene en la falsa expectativa, en la ilusión. Y es especialmente cruel porque como en los grandes equipos, cuando falle el titular, se buscará un fichaje de fuera antes que recurrir a quien ya antes no era valorado como titular. De los «porsiaca«, es el último «porsiaca«: No por si acaso falla lo actual, sino por si falla todo. Alguien sometido a benching sólo será opción en caso de resignación de quien le tiene ahí para ser la última opción.
Es denigrante. Tanto para la víctima como para quien lo somete a ello en el caso de que finalmente le ofrezca resignadamente saltar al campo de juego.
¿Cómo reaccionar? Lógicamente, quien manipula así a alguien no va a tener la honestidad que se requiere en cualquier tipo de relación, así que su ética le permitirá comportarse de tal modo que la víctima ignore que lo es. Lógicamente, hasta que éste sea consciente de la situación en que está colocada por la otra persona, nada podrá hacer.
La víctima sabrá que lo es cuando compruebe cómo la otra parte hace el esfuerzo mínimo por -siguiendo el símil deportivo- mantenerle con los colores del equipo, respondiendo con futuribles a peticiones de juego, pero nunca saliendo a la cancha, siempre ocupada por otros.
No jugarás en ese equipo; ficha por otro.